martes, 8 de junio de 2010

¡Qué porquería de pueblo!

¡Que mierda de pueblo!

Es totalmente cierto que cuando algún cambio no te afecta directamente no lo consideras un mal hasta que te toca.
Esta última semana me he dado cuenta de lo absolutamente improductiva que se ha vuelto nuestra ciudad.

El pasado domingo quise ir al banco a cambiar un cheque que no me habían aceptado en el Mercantil para depositarlo en mi cuenta porque se veía "raro" y la "maquinita no lo lee". Así que pensé en ir directo al SAMBIL porque como era obvio, pensé que podría estar abierta alguna de las dos sucursales de Banesco (el cheque era de Banesco) por eso de que el Sambil siempre está abierto. Llegué pues al SAMBIL y me encontré con que ambas oficinas estaban cerradas y en la puerta de vidrio de las dos había una hoja carta que decía "cerrado por ahorro de energía", es decir, que ya los bancos no abren los domingos.
Genial, tuve que ir un domingo al SAMBIL, lidiar con la cantidad de gente - aunque reconozco que era poca para lo acostumbrado de un fin de semana de quincena - y perder el viaje para absolutamente nada (terminé comprando un morral nuevo para la universidad, consumo, consumo, consumo, culpa de las vitrinas).

Finalmente, hoy, quise ir a Tecni-Ciencias del C.C. San Ignacio a comprar un libro de Woody Allen que mi profesor de Literatura Ricardo Ramírez Requena pacientemente me recomendó que leyera, ante mi sutil irresponsabilidad, para que realizara el ensayo final de su materia.
De manera inesperada, por lo menos para mí, quedé completamente impactado y aunque no lo crean desilusionado, cuando luego de estacionar mi carro ilegalmente en la gasolinera, llegué al piso de la librería y veo todas las santa marías abajo, PERO la de Tecni-Ciencia no ¡estaba arriba!. Peor golpe aún cuando parado de frente a la puerta de vidrio vi otra vez el bendito papelito (hoja carta) que decía "cerrado por ahorro de energía", es decir, en ese preciso momento recordé que en los centros comerciales solo las farmacias y creo que los restaurantes pueden abrir antes de las 11:00 am.
De nuevo ¡Genial!, arriesgué mi carro a que lo rayaran por estacionarlo, echo el loco, en la gasolinera y, de nuevo, perdí el viaje.
Sin desestimar la mística de la ciudad de Mérida que tanto disfruto cada vez que voy, me sentí en un pueblucho.

En un pueblo por lo menos sabes que vas a lidiar con un ritmo de vida y unos horarios distintos a los que estamos acostumbrados en la ciudad, y te adaptas a ellos porque tu eres el citadino. Pero adaptar una ciudad a un ritmo de vida más lento y con horarios irreales en cuanto a producción, desarrollo económico, generación de empleos, y satisfacción de la demanda social, es un total y absoluto ¡Retraso!

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